Si mi querida sobrina, soy culpable,
y tu generación podrá culparme de no dejarte una isla en condiciones. No he
sido capaz de conservar la única herencia que pasa de una generación a otra, la
tierra. Y en nuestro caso la isla que tanto amo, pero que veo destruir y ayudo
a destruir con mi pasividad.
Debo confesarte que siento miedo y
rubor, a que llegue el día, en el que salgamos a caminar tú, tu tía y yo, y
paseemos, por esos barrancos del sur que tú tía conoce tan bien. Y veas
paisajes como el que se muestran en el video, y me preguntes, “tio, ¿Por qué esta esto así?” y yo
ruborizado te diga, “mi niña, en mi
generación éramos muy egoístas, y preferíamos mirar para otro lado.”. Pero
como geógrafo, educador ambiental y gestor ambiental mi responsabilidad es
mucho mayor. No quería ser un cobarde y menos un irresponsable. Y no quiero que
llegue el momento en el que me preguntes entre lágrimas “¿Por qué?”, y yo tenga que romper en llanto y decirte, porque no fui
capaz de actuar.
Según me han enseñado, hasta las
normas internacionales en medio ambiente dicen, el que contamina paga, y además, está obligado a recuperar el espacio
dañado. Pero que hemos hecho hasta ahora, simple, mirar para otro lado,
dejamos pasar, no sé si con la esperanza del que el problema se resuelva sólo,
o por el cortoplacismo de nuestros políticos que sólo ven en periodos de cuatro
años, dándoles igual, todo lo que no se encuentre en ese periodo.
Pero sobrina, no los culpes a ellos,
cúlpame a mí y a mi generación, que conociendo todo esto no fuimos capaces de
alzar la voz, de gritar si era necesario, de simplemente exigir que se
cumpliera la Ley. Y todo esto porque fuimos, seremos y seguiremos siendo egoístas.
Pero para que me entiendas mejor paso
a relatarte la verdadera historia:
Corrían los años 70, en nuestra isla
de Gran Canaria, todo era expansión y crecimiento en la zona sur. Como bien te
ha explicado tú tía, que es de la zona, en más de una ocasión todo cambiaba a gran
velocidad los campos de tomateros, donde antes trabajaban sus abuelos y sus
padres, daban paso ahora a grandes obras de construcción, sus tíos ya no se
dedicaban al campo, ahora vivían de la construcción, y eso, no era malo, pero
el problema fue, que paso demasiado rápido. Todo se precipitaba a gran
velocidad, y comenzaron a generarse residuos a gran velocidad, tanta que el
territorio no era capaz de absórbelos. Y entonces la familia Del Castillo,
dueños de los terrenos donde ahora estamos, decidieron arrendarlos al
ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana para usarlos como vertedero
municipal. Y rápidamente y como puedes comprobar se llenó la zona de escombros, cristales, vidrio y muchos otros
restos.
Pero en 1989, este vertedero fue
clausurado y en teoría se inició un proceso de limpieza y enterrado bajo tierra
de los residuos, que como veras no fue muy efectivo porque a día de hoy año
2018, todo sigue igual o peor.
La Ley 1/1999, de 29 de enero de
Residuos de Canarias, junto con las normas que establecen los planes
territoriales de Residuos, “establecen que los antiguos vertederos
municipales hoy en desuso deben someterse a clausura formal y restauración
paisajística”. Pero lo que
hemos decidido es seguir mirando para otro lado, y por eso siento vergüenza.
Esa vergüenza, porque tu no podrás
disfrutar de los campos de tabaiba, donde tu tía y sus hermanos jugaban durante
horas, vergüenza por que ya no veras esos balos característicos de esta zona y
rabia mucha rabia, porque ya no veras en su hábitat natural al limonium preauxii. Pero es que no quiero
que veas como los últimos guirres(extinto), los cernícalos y los poco ejemplares que
quedan de lagarto de Gran Canaria habitan entre residuos “peligrosos”. Me
resisto a ver como estos residuos altamente contaminantes, se lixivian y
destruyen los suelos y los acuíferos de los que tú dependerás. Y sufro por
pensar como tu generación vera en la mía esa generación termita que destruye
todo a su paso.
Sobrina, te prometo que voy a
luchar, voy a intentar remover conciencias, despertar al resto de mi
generación, para que esto sólo sea un mal recuerdo, un error que hemos tardado
en corregir, y cuando vuelvas a pasear por la Degollada de la yegua, y todo
este en su estado seminatural restaurado, te acuerdes de tus tíos, que tanto te
querían, y que lucharon por dejarte una isla igual, a la que ellos heredaron de
sus padres y no lo que ahora estamos dejando.
Por esto pido vuestro apoyo,
recojamos firmas, para que el ayuntamiento y el Cabildo hagan su trabajo, y que
la Degollada de la Yegua se recuperé.