sábado, 28 de abril de 2018


Si mi querida sobrina, soy culpable, y tu generación podrá culparme de no dejarte una isla en condiciones. No he sido capaz de conservar la única herencia que pasa de una generación a otra, la tierra. Y en nuestro caso la isla que tanto amo, pero que veo destruir y ayudo a destruir con mi pasividad.

Debo confesarte que siento miedo y rubor, a que llegue el día, en el que salgamos a caminar tú, tu tía y yo, y paseemos, por esos barrancos del sur que tú tía conoce tan bien. Y veas paisajes como el que se muestran en el video, y me preguntes, “tio, ¿Por qué esta esto así?” y yo ruborizado te diga, “mi niña, en mi generación éramos muy egoístas, y preferíamos mirar para otro lado.”. Pero como geógrafo, educador ambiental y gestor ambiental mi responsabilidad es mucho mayor. No quería ser un cobarde y menos un irresponsable. Y no quiero que llegue el momento en el que me preguntes entre lágrimas “¿Por qué?”, y yo tenga que romper en llanto y decirte, porque no fui capaz de actuar.

Según me han enseñado, hasta las normas internacionales en medio ambiente dicen, el que contamina paga, y además, está obligado a recuperar el espacio dañado. Pero que hemos hecho hasta ahora, simple, mirar para otro lado, dejamos pasar, no sé si con la esperanza del que el problema se resuelva sólo, o por el cortoplacismo de nuestros políticos que sólo ven en periodos de cuatro años, dándoles igual, todo lo que no se encuentre en ese periodo.

Pero sobrina, no los culpes a ellos, cúlpame a mí y a mi generación, que conociendo todo esto no fuimos capaces de alzar la voz, de gritar si era necesario, de simplemente exigir que se cumpliera la Ley. Y todo esto porque fuimos, seremos y seguiremos siendo egoístas.

Pero para que me entiendas mejor paso a relatarte la verdadera historia:

Corrían los años 70, en nuestra isla de Gran Canaria, todo era expansión y crecimiento en la zona sur. Como bien te ha explicado tú tía, que es de la zona, en más de una ocasión  todo cambiaba a gran velocidad los campos de tomateros, donde antes trabajaban sus abuelos y sus padres, daban paso ahora a grandes obras de construcción, sus tíos ya no se dedicaban al campo, ahora vivían de la construcción, y eso, no era malo, pero el problema fue, que paso demasiado rápido. Todo se precipitaba a gran velocidad, y comenzaron a generarse residuos a gran velocidad, tanta que el territorio no era capaz de absórbelos. Y entonces la familia Del Castillo, dueños de los terrenos donde ahora estamos, decidieron arrendarlos al ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana para usarlos como vertedero municipal. Y rápidamente y como puedes comprobar se llenó la zona de  escombros, cristales, vidrio y muchos otros restos.

Pero en 1989, este vertedero fue clausurado y en teoría se inició un proceso de limpieza y enterrado bajo tierra de los residuos, que como veras no fue muy efectivo porque a día de hoy año 2018, todo sigue igual o peor.

La Ley 1/1999, de 29 de enero de Residuos de Canarias, junto con las normas que establecen los planes territoriales de Residuos, “establecen que los antiguos vertederos municipales hoy en desuso deben someterse a clausura formal y restauración paisajística”. Pero lo que hemos decidido es seguir mirando para otro lado, y por eso siento vergüenza.

Esa vergüenza, porque tu no podrás disfrutar de los campos de tabaiba, donde tu tía y sus hermanos jugaban durante horas, vergüenza por que ya no veras esos balos característicos de esta zona y rabia mucha rabia, porque ya no veras en su hábitat natural al limonium preauxii. Pero es que no quiero que veas como los últimos guirres(extinto), los cernícalos y los poco ejemplares que quedan de lagarto de Gran Canaria habitan entre residuos “peligrosos”. Me resisto a ver como estos residuos altamente contaminantes, se lixivian y destruyen los suelos y los acuíferos de los que tú dependerás. Y sufro por pensar como tu generación vera en la mía esa generación termita que destruye todo a su paso.

Sobrina, te prometo que voy a luchar, voy a intentar remover conciencias, despertar al resto de mi generación, para que esto sólo sea un mal recuerdo, un error que hemos tardado en corregir, y cuando vuelvas a pasear por la Degollada de la yegua, y todo este en su estado seminatural restaurado, te acuerdes de tus tíos, que tanto te querían, y que lucharon por dejarte una isla igual, a la que ellos heredaron de sus padres y no lo que ahora estamos dejando.

Por esto pido vuestro apoyo, recojamos firmas, para que el ayuntamiento y el Cabildo hagan su trabajo, y que la Degollada de la Yegua se recuperé.


No lo hagas por mí, hazlo por nuestros hijos que se merecen un Gran Canaria mejor.